La pintoresca ciudad suiza de Zermatt es conocida por albergar el icónico Matterhorn. Esta montaña, con forma de diente de roca, se alza solitaria en el horizonte y actúa como un imán para los alpinistas, un emblema estético, una montaña con proporciones ideales, según la página web turística oficial. Un viaje en el teleférico o el teleférico ofrece magníficas vistas tanto del Matterhorn como de Zermatt, que se esconden a sus pies.
La ciudad en sí data del siglo XVI, lo que se evidencia en los tradicionales edificios de madera que parecen sacados de un cuento de hadas de Hans Christen Andersen. Las calles estrechas están cerradas al tráfico (aunque conviene tener cuidado con algún que otro carruaje tirado por caballos o carrito eléctrico) y están repletas de tiendas que venden delicias locales como chocolate y tallas de madera (incluido el infame reloj de cuco, una auténtica exportación suiza). Como en muchas estaciones de esquí adineradas, seguro que también te toparás con alguna que otra tienda de diseño.
Esquiar en la zona no se limita solo a Suiza. ¡No! En un día, puedes esquiar hasta Cervinia para comer, cenar una cantidad desorbitada de pizza, pasta y prosecco antes de volver a Zermatt a tiempo para el après ski. Los visitantes también pueden participar en el desafío del Matterhorn Ski Safari, que cubre de 10 000 a 12 000 m de altitud sin esquiar la misma pista ni usar el mismo telesilla dos veces.
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